sábado, 30 de junio de 2012

Decimotercera entrada

Siempre se ha dicho que la paternidad es dura, que los hijos no vienen con manual de instrucciones, y que es difícil educarlos. Los padres son responsables de sus hijos, son sus referentes, son los que apoyan y dan fuerzas para que superes los momentos duros y aprendas por tu cuenta de la vida pero con su presencia apoyándote y dándote energía.

La duda que me queda es por qué de ese concepto tan inspirador y conmovedor sale la mierda que sale. ¿En qué punto pasaron los padres a creer que su deber para con sus hijos es controlar sus vidas para hacer lo que éllos quieren que hagan en vez de apoyarles en hacer su verdadera vocación? ¿En qué punto pasaron a ganar todos los debates sin importar los argumentos que se expongan? ¿En qué momento pasaron a ser superiores que los hijos en todos los sentidos? Mi pregunta es, ¿en qué puto momento la paternidad pasó a ser una dictadura, imponiéndo sus normas sin importar la opinión del que tiene que cumplirlas, sin oír lo que tiene que decir, y recortando sus derechos y libertades siguiendo su criterio?

El respeto no va implícito en un cargo o un título, el respeto se gana mostrándolo hacia los demás. De otro modo, aquel al que no respetas te tolerará, pero en el fondo jamás te respetará. Y los padres no se libran de ello.

Dan por ganadas todas las discusiones, sin tener en cuenta los argumentos ajenos, y la mejor forma de dejar caer todo su poder dictatorial y zanjar la discusión con un aplastante "Porque soy tu padre/madre y lo digo yo".

También es gracioso el otro argumento estrella, objetivo y razonable: "Mientras vivas bajo mi techo harás lo que yo te diga". Para dar aún más coherencia al asunto, lo aplican a circunstancias en las que ni estás bajo un techo, ni es su "territorio".

Y por último, mi táctica favorita, predilecta de mis padres, y que a mis casi 18 años me ha hartado del todo, hasta el punto de casi insensibilizarme: decirme que soy una mierda de persona, caprichosa, que no se le puede llevar la contraria, retante, iracunda, rencorosa, y despreciativa, y que por lo tanto yo tengo la culpa de todo malentendido en mi casa.

Aguantar eso durante tanto tiempo te hace cambiar de forma de ver las cosas, primero lloras pensando que has hecho daño a tus padres y te disculpas; luego empiezas a plantearte que tal vez tus padres no tengan razón, al fin y al cabo el resto de la gente no piensa eso de tí, y ellos tampoco han estado muy finos en las discusiones; y así un largo proceso hasta que al final acabas soportando ese castigo de papis en el que te denigran como ser humano con frialdad y desprecio hacia los que están vulnerando uno de tus principales derechos humanos, y después sentir que sí, que eres una mierda, pero ellos lo son tanto o más que tú, y no ves la hora de deshacerte de semejantes tiranos.

Y ahora, ¿qué tal si echamos un vistazo al primer párrafo de esta entrada?

Apenas hay diferencia, ¿cierto?

Por supuesto, doy por hecho que este maltrato paterno se da en muchos más casos, tan sólo pongo mi ejemplo como guía para los afortunados cuyos padres no fueran unos tiranos.

Digo guía, sí, porque esta entrada, aunque poca gente vaya a leerla, espero que sirva para que los futuros padres y madres sean un poco más humildes y respetuosos, y así poder traer al mundo a personas que no estén amargadas consigo mismas, planteándose si realmente son la mierda que les enseñaron a creer que eran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario